martes, 26 de diciembre de 2017


            Se parte de una idea: es necesario pensar los acontecimientos de diciembre de 2017 en tanto fórmula para pensar hacia donde se va. Como no queremos dejarle este país a lxs propietarixs de siempre, expresadxs hoy en la oligarquía macrista, se nos hace urgente balbucear pragmáticas y utopías. El argumento de este texto es el siguiente: las jornadas de diciembre si bien exponen cierta toma de distancia por parte de la sociedad respecto de los beneficios del Cambiemos, éste no ha perdido la hegemonía cultural sobre amplios sectores – tanto sobre la histórica clase media antipopular, como sobre la clase media que integró el kirchnerismo, el moyanismo o massismo social, como así también sobre ciertos sectores subalternos -. Esa no pérdida no sólo se debe a las propias virtudes de Cambiemos sino, y sobre todo, a la incapacidad por parte de la oposición a conformar un articulado político que plasme las diferentes pluralidades y tensiones sociales que recorren hoy el arco político opositor.   

            No se puede ser iluso: la derecha busca perpetuarse en el 2019. Dispone de los recursos económicos – el endeudamiento y el ajuste emanan recursos hacia ella – y simbólicos – propietarios de los medios masivos de comunicación -. No nos engañemos. A pesar de los recortes, la sociedad sigue mirando con mucha más simpatía a Macri que a la oposición. No poner un dique de contención al macrismo implica que éste seguirá expandiéndose. La finalidad del macrismo es clara, como dice la revista Crisis “desmontar las bases de sustentación del país peronista”. Pero no hay ningún fin de triunfalismo del Macrismo – aunque lo queramos – sino más bien cabe la pregunta que se hizo algún antropólogo de la revista Anfibia, ¿Derrota?

            No obstante, también es cierto que algo se movió en el lado de la oposición. Pero acaso, este movimiento provenga de esa minoría intensa – ensanchado hoy aunque en una pequeña parte - que nunca ceso de conocer la lógica profunda del macrismo aunque sí de evidenciar su incapacidad de generar políticas amplias, impuras y contradictorias pero que movilicen y afecten los intereses de la oligarquía en favor de los de abajo.

            El Macrismo seguirá ganado la batalla cultural a menos que no se logre articular una oposición que ofrezca respuestas a una sociedad perjudicada económicamente pero que sigue dando créditos a las esperanzas que vende – como todo mercado - la derecha.

            Dice Joaquín Morales Sola hoy, preocupado, en las páginas del diario La Nación – pluma central del diario y límpido exponente de los intereses de los propietarios del país – “Macri logró retener el poder real cuando la reforma previsional fue aprobada en la aturdida mañana de ayer. Ese poder era lo que se discutía (…) frente al kirchnerismo, la izquierda y el massismo (…)”. Esa articulación – difícil - es el temor de la derecha argentina porque da la base social e intelectual de avanzar contradictoriamente sobre avances del pueblo. De ahí la estrategia discursiva posterior de Morales Solá para desarmar la posibilidad de ese articulado, “La izquierda trotskista y marginales de La Matanza y Avellaneda (dos municipios gobernados por el cristinismo), una mezcla de políticos y de barrabravas, estaban otra vez dispuestos a ingresar al Congreso y destruirlo”. Pedido al massismo de que se una a la derecha. Y posteriormente, “Las cosas no fueron más graves porque algunos sindicatos históricos, como la UOM, y algunos movimientos sociales vinculados con el catolicismo, como Barrios de Pie, no acompañaron a los violentos (…) La violencia quedó en manos del trotskismo y del cristinismo, una alianza extraña después de 12 años de peleas permanentes. Desestabilizar a Macri es el objetivo que los une ahora”. Sindicalismo, movimientos sociales e Iglesia llamados al orden. Inteligente, la estrategia de la derecha argentina es sembrar la discordia en todos los nudos que posibiliten ese articulado. Objetivamente, ése es el miedo de la derecha según la cosmovisión del diario que organiza su cosmovisión. La pregunta, ¿es posible ese articulado? Alejandro Grimson, el antropólogo mencionado, dice algo que a muchos cuesta asumir pero que quizás sea la manera de revitalizar el movimiento nacional y popular, “El tiempo también dirá si el gobierno tiene capacidad de retomar la fragmentación de la oposición. Y eso tampoco depende sólo del gobierno. Las diferentes fuerzas de la oposición tendrán que analizar si pueden y quieren contribuir a representar las pluralidades sociales, que colocan en foco la defensa de los derechos de las argentinas y argentinos (…) Estos días señalaron cuál es hoy la única posibilidad de construir una alternativa. Para que una unidad plural en defensa de lo social y de las libertades democráticas sea factible, deberá haber desplazamientos tectónicos en concepciones de la política y quizá también en conducciones opositoras (…) Que no sea efímero, que no sea simplemente opositor, que sea una alternativa de futuro, implica aún un largo recorrido”. Remarco, desplazamientos tectónicos en concepciones de la política y también en conducciones opositoras. Un debate.